Colaboración de Juan Figueroa
Me detengo a analizar la existente situación, muy peligrosa, que arropa a la policía
nacional. Resulta que naturalmente quien brega con la población dominicana es esa institución. Muy a menudo se rozan con
distintas clases de personas y al mismo tiempo se le acercan ciertos sectores. Desde un raso, hasta un oficial tienen múltiples necesidades, muchos pagan
alquiler de vivienda, mantienen su familia y cubren sus necesidades básicas,
quieren vivir una vida espiritual con normalidad, necesitan siquiera un motor
para transportarse e ingresos suficientes para suplirse de ropas, calzados,
educación para sus hijos, entretenimiento y diversión.
Es común que tenga familias paralelas y lo que
ganan no le alcanza para tener lo mínimo posible. Esta realidad que viven los
mantienen en estado de tensión permanente. Por eso vemos en las noticias casos
lamentables donde policías y hasta oficiales de altos rangos se hacen cómplices
activos de la delincuencia y el tráfico de drogas y de crímenes horrendos, para
buscar el bienestar que no le está brindando el Estado dominicano. Hemos tenido
jefes de la policía que han sido señalados por algunas personalidades públicas
como entes de presión hacia sus subordinados para que estos actúen
institucionalmente a favor del crimen organizado.
El autor es miembro del PLD y chofer de vehículos pesados
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