lunes, 16 de mayo de 2011

La Madre En El Drama Historico De La Isla, Por Juan Bosch (III)

Madre dominicana, árbol del sufrimiento, ¿quién iba a decirte que del cadáver del tirano, caído a tiros en Moca, iban a salir los infiernos de la guerra civil? Pero salieron, y durante diecisiete años de espanto viste a tu hijo irse a los combates y miles de veces no lo viste y nunca supiste en que perdido matorral quedó su cuerpo con una vena rota por donde la sangre que tú le diste había salido a chorros llevándose la vida que tú creaste para que fuera útil y hermosa.

Madre adolorida, esta República descansa en la base misma de tu corazón; está nutrida por tu dolor, por el dolor que padeciste cuando la infantería de marina norteamericana se adueñó de esta tierra y se llevó tu hijo a empujones para que no protestara por el atropello que le habían hecho a la patria; está nutrida por tu dolor de siglos, sobre el cual apenas es una luz lejana el recuerdo de algunos días de paz perdidos entre los muchos días de padecimientos. 

Tras unos pocos de esos días de paz, cuando la bandera de la cruz hubo flotado en los cielos donde flotó la de las barras y las estrellas, cayó sobre ti el espanto; cayó como un ave de piedra en cuyos ojos fulguraba el crimen; cayó y se posó sobre la República y la cubrió de la costa a la montaña, del mar al río, de la arena al árbol, de la calle al nido.


¿De dónde vino Rafael Leónidas Trujillo, llama oscura, fuego ardiente y sin luz, señor de la maldad? ¿Por qué asesinó a tu hijo en los bosques, por qué lo torturó en La Cuarenta, por qué echó sus despojos al mar, por qué te lo lanzó al exilio? ¿Cómo se explica, madre dominicana, que tu alma pudiera resistir tanto tormento y no estallara? ¿Quién podrá decirnos por qué no se secó tu vientre; debido a qué milagro seguiste dando hijos para que la tiranía los triturara?

Hoy recuerdas con horror los días en que a la hora de la comida tu hijo tardaba y a ti se te encogía el alma pensando si no había caído en manos de los esbirros; las tardes en que rondaban por tu casa caras desconocidas y esa noche el hijo que había salido a pasear con los amigos no volvía a la hora acostumbrada y tú no podías dormir loca de sufrimiento, y temblabas a cada ruido esperando la peor de las noticias.

Madre dominicana, ¿cómo pudiste resistir treinta y dos años de crimen? Treinta y dos años es demasiado tiempo para sufrirlos con una lanza clavada en el corazón. En esos treinta y dos años, todas las noches fueron de pavor; y si tú pudiste padecerlos es porque la resistencia de tu alma es infinita. Ciertos pueblos antiguos construían sus viviendas sobre el cadáver de un niño. 

Los cimientos de la patria dominicana están hechos sobre el dolor de la madre. No han sido los que han caído en los combates ni los torturados en las prisiones ni los fusilados en la noche ni los echados al exilio los que más han sufrido; ha sido ella, la madre, la que siempre tiene en el pecho una fuente inagotable de ternura y a la vez una llaga de amor que jamás se cierra.

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